Todavía ayer se mantenía en lugar destacado del portal de la agencia oficial de noticias Télam el título “La Fake News de Napoleón”.
Bernarda Llorente, presidenta de ese medio estatal, tuiteó el miércoles último: “¿Pensás que Napoleón era petiso? Ni él logró zafar de las noticias falsas de su época”. Presentaba los dibujos que Rep hizo del célebre emperador francés, que medía 1,70, “altura promedio para la época”, pero al que el periodismo británico, “su gran enemigo”, lo retrataba así para denigrarlo y, por si fuera poco, los oficiales que lo custodiaban eran “muy altos”.
Llorente omitió consignar en su micromensaje que el guion de la nimia y forzada historia (otra más para denigrar a la prensa en general) pertenece a su hijo Francisco Taiana (su padre es el flamante ministro de Defensa). “Fran Taiana”, tal como firma en Télam, fue designado en agosto del año pasado director de Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura de la Nación e incursiona en otros medios oficialistas, como la AM 750 y el portal El Cohete a la Luna, de Horacio Verbitsky. Pluriempleo a full.
El dato sería del todo irrelevante si en paralelo a la simpática “denuncia” de una supuesta fake news de hace 200 años Llorente hubiese hecho, al menos, un sincero mea culpa de la noticia falsa que Télam distribuyó el 14 de julio de 2020 al afirmar entonces sobre Fabiola Yáñez que en “su primer cumpleaños como primera dama y por estar en plena pandemia, festejará por Zoom, redes sociales y con barbijo”. Al cierre de esta edición todavía se la podía consultar en el link www.telam.com.ar/notas/202007/489522-cumpleanos-fabiola-yanez.html, pero sin ninguna fe de erratas, nota al pie o autocrítica asumiendo que lo que allí se anunciaba nunca sucedió. Contrasta la imagen elegida para esa nota, en la que se ve a Yáñez en una sesión de Zoom, con la que dio a conocer la periodista Guadalupe Vázquez, el jueves por LN+, de la verdadera celebración presencial y sin barbijos ni distanciamiento social que la primera dama tuvo aquella misma noche con al menos once personas, incluido el presidente de la República.
Como única respuesta, ante el requerimiento de LA NACION, la titular de Télam explicó escuetamente que “el texto es del mismo día temprano, previo a la foto” y que “está escrito en condicional”, lo que se comprueba que no es así con un simple vistazo.
Más allá del delito en que incurrieron los partícipes de esa velada en momentos de restricciones absolutas, que la Justicia tendrá que evaluar, el problema actual y para adelante que deja el episodio es de índole moral y pone en el banquillo seriamente la credibilidad del primer mandatario y de parte de su equipo.
La sucesión de mentiras, relativismos y cinismos que intentaron primero negar y luego amortiguar el escándalo, y que aún circulan, son condiciones del todo favorables para que se cometan nuevos “errores” con la misma desaprensión. Clara señal de que la lección no fue aprendida.
Alberto Fernández y Santiago Cafiero deben ser más cuidadosos, precisos y honestos en sus comunicaciones. No solo porque es lo que corresponde, sino porque dan una imagen ruinosa al pegarse tiros en los pies constantemente.
Hay un pueblo manso y tolerante que a pesar de sus padecimientos económicos, sociales y sanitarios se mantiene en calma, en comparación con otras naciones de América Latina, cuyas sociedades han estallado de distintas maneras en los últimos años. Las dirigencias de este país deberían estar orgullosas y aprender un poco más de la resiliencia estoica de esa masa silenciosa que solo espera expresarse en las urnas.
Pero no abusen. No solo el Gobierno debe tomar nota. Toda la dirigencia tiene que ponerse a la altura de las circunstancias, dejar las frivolidades endogámicas de lado y ser más madura en sus reacciones. No todo se resuelve con mero ruido mediático.
Este llamado de atención también incluye a organizaciones y personas que se autoproclaman como voces autorizadas e iluminadas de la misma sociedad.
La semana anterior a la que acaba de terminar hubo una sobreactuación feminista y muy contundente en defensa de Florencia Peña. La reacción de ese mismo “colectivo” respecto del Presidente tirándole todo el fardo de lo sucedido a la primera dama, y, peor aún, los lamentables dichos de Aníbal Fernández apelando a imágenes horrorosas de violencia machista, solo obtuvo una muy tibia repercusión en comparación con el contundente cierre de filas en torno de la exitosa conductora de Telefe.
Una doble vara tan irritante solo siembra más discordia y confusión. Si en vez de Fernández y Yáñez los protagonistas de este hecho lamentable en la cúspide del poder hubiesen sido Mauricio Macri y Juliana Awada, ¿cómo habrían reaccionado los que hoy lo hacen de manera cautelosa y acotada o se callan?
Por: Pablo Sirvén La Nación